viernes, 20 de mayo de 2011

Un juguete de mi niñez

Inocente condena

Lupita se encuentra sentada en la entrada de su casa, abraza fuertemente su nuevo peluche, un mico de tamaño mediano color café oscuro, ojos redondos y expresivos. Como tiene la costumbre de nominar con diminutivos a todo objeto cariñoso y peludo, ella no dudó en darle como nombre a su nuevo peluche: “miquitos” así como lo hizo con osito, popeyito y pajarito.  A partir de ese día su peluche preferido fue miquitos. Con el trascurso de los días esta preferencia se fue forjando en una hermosa relación madre-hijo.

Qué más puede pedir Lupita, tiene en sus manos un mico que se deja cambiar los pañales cuantas veces desea, se le puede quitar la camisetica blanca todas las mañanas para bañarlo y así alistarlo para el colegio. Su particular hocico le permite consumir tetero, chupón, y banano. En caso de no tener ninguno de los tres, se le puede ofrecer lápiz, crayolas, esferos, papel, plastilina, inclusive puede ofrecerle aquellas comidas verdosas y amarillentas de su madre. Sin embargo, Lupita intenta mantenerlo siempre limpiecito, por esta razón procura en no darle alimentos que le lleguen arruinar su hermosa pelusa.

Llega la noche y es hora de la cena. Lupita busca angustiada por los cajones de su casa comida para miquitos, no encuentra ni el papel, ni la plastilina, ni el lápiz, ni las crayolas, ni tampoco el esfero que acostumbra a darle de cena. Seguramente, el descarado de su hermanito los estará utilizando en trabajos poco importantes para ella. Lupita no quiere ver padecer a su amado miquitos. Por lo tanto el instinto de madre la obliga a preparar chocolate oscuro. No es difícil prepararlo. La receta consiste en dos tazas de tierra con un poco de agua helada. Ello es suficiente para colmar el hambre de Miquitos.

Durante la cena, Lupita se siente frustrada por la indecencia de Miquitos al observar su hocico totalmente manchado de tan deliciosa comida. Con su vestidito rosado intenta limpiarlo, como no lo logra lo regaña. De repente la cena se ve interrumpida por la voz de su madre – ¡pero mira que has hecho, Llevas tan solo unos cuantos días con él, y mira como lo tienes!- La madre rapta miquitos de los brazos de Lupita. Lupita con su mirada implora a su madre que no le vaya a regañar.

-   Tienes que aprender a cuidar tus juguetes- le dice su madre.

En seguida Lupita sigue los pasos de su madre, se dirigen justamente a la mesita de noche de su habitación. Observa que su madre agarra una cuchilla diminuta y filosa, y comienza a descocerlo poco a poco, hilo por hilo hasta formar un agujero. Un agujero más grande que su propio hocico. Lupita, ensimismada se cuestiona la actitud aberrante de su madre ¿Cómo es posible que realice acto tan macabro como aquel? ¿Es que no siente lo que él siente? ¿es que no siente las dolorosas cortadas que le está produciendo a su propio nietecito? Su madre es mala, muy mala, piensa Lupita. Más se sorprende cuando su madre saca del diminuto e inofensivo cuerpo de miquitos sus suaves algodoncitos blancos.  Lupita se pregunta en un lamentoso suspiro -“Mamá, ¿acaso me porté tan mal para que seas así de cruel con mi amado Miquitos?”-. Lupita apenas se limita a observar detrás de la puerta, cómo su inofensivo miquitos es destripado por las perversas manos de su madre.

Como si fuera poco, luego de que Miquitos fuera un mico robusto y redondito. Un mico simpático con pañales rojizos y camisetica ajustable, ahora es tan solo un trapo desaliñado y sin forma. Esto es inadmisible para Lupita, llora incansablemente. La última vez que Lupita contempló los dulces ojos de Miquitos, sucedió en el instante que fue devorado por una extraña y gigante maquina blanca.

Una lagrima en la mejilla de Lupita, fue la despedida para Miquitos.

Duraron así, dos días de tristeza y melancolía. Lupita no dirigía palabra alguna a su madre, prometió no hacerlo hasta que su pena cesara. Sin embargo su promesa da un giro cuando observa en su cama un Mico robusto y redondito, con pañales rojizos y camisetica ajustable, dispuesto a un nuevo cambio de pañales. Lupita emocionada lo agarra. Al apretarlo tan fuertemente, Miquitos exhala un olor a flores, un olor delicioso y acogedor que nunca había tenido jamás.

Luego de un claro silencio, Lupita le pregunta emocionada

-   ¿Tienes hambre?

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