viernes, 20 de mayo de 2011

Semblanza

Caminante de vida

El rechinar de una puerta es suficiente para abrir los tiernos y pesados ojos de mi madre. Aquellos ojos oscuros y cansados que reflejan el color de su vida alegre y gris. Sin embargo no es la puerta la culpable de su despertar, fueron sus hijos que al no llegar temprano a casa, no permiten a mi madre descansar tranquilamente. Siempre angustiosa por los peligros que puedan llegarles a pasar, enciende el televisor para lograr alejar su mente de inconsolables pensamientos. A pesar de todas las largas noches que le hacen pasar sus hijos, siempre se levanta más temprano que el propio repartidor de periódicos. Siempre dispuesta y enérgica para entregar lo mejor de sí a la gente, a su familia, a sus hijos.

Tiene la costumbre de bañarse todos los días con agua fría para generar en su cuerpo la sensación de despertar a un nuevo día. Sin embargo, hoy, se siente un poco distinta. Nunca en su vida había sentido tan pesados los años acumulados en su espalda como hoy. El haber dejado su puesto de trabajo luego de haber trabajado 25 años continuos en la misma empresa la hacen sentir orgullosa y frágil a la vez. Frágil al pensar que los años no viene solos, frágil cuando se da cuenta que no le rinde de la misma manera como le rendía antes. Frágil al ver su puesto de trabajo ocupado por alguien recién graduado de la universidad. Pero más que nada orgullosa. Orgullosa de todo lo logrado en su vida, orgullosa de haber sacado adelante su carrera universitaria, orgullosa de haber conformado junto con el hombre que ama una hermosa familia llena de valores, orgullosa de su experiencia como madre, de sus vivencias, orgullosa de haber construido con sus propias manos un hogar digno para su madre.  

Pensar que mi madre nació en una familia de escasos recursos económicos, donde el almuerzo de cada día era aguapanela con arroz, donde el juego más entretenido dependía de su propia imaginación y una botella plástica vacía, me hace sentir profundo respeto y admiración hacia ella. La situación económica de su niñez nunca fue un pretexto para no tener una sonrisa en su rostro. Las picardías de mi madre y su hermana Erly hacían de los días, días felices, hacían de los pies descalzos, pies caminantes de vida.

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